Hoy quiero recordar este libro y a esa persona que me introdujo en la lectura de Borges de una manera muy romántica: me dijo que era "su aleph". Quedé muda, pero no por la emoción del piropo recibido, sino por no saber cuál era el significado. Me lo simplificó en tres palabras: "sos mi todo", y al día siguiente me regalo mi primer libro de Borges. La acción transcurre en una casona de la calle Garay, y yo vivía en el departamento de Garay que a pesar de los dolores de cabeza, me dió infinitas satisfacciones.
"Sentí un confuso malestar, que traté de atribuir a la rigidez, y no a la operación de un narcótico. Cerré los ojos, los abrí. Entonces vi el Aleph.
Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato, empieza aquí, mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y las circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano memoro esas inconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.) Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad.
Por lo demás, el problema central es irresoluble: La enumeración, si quiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré.
En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de américa, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.
Sentí infinita veneración, infinita lástima."
Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato, empieza aquí, mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y las circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano memoro esas inconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.) Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad.
Por lo demás, el problema central es irresoluble: La enumeración, si quiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré.
En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de américa, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.
Sentí infinita veneración, infinita lástima."
23 compartieron mi acidez...:
"Vi, vi, vi", decía el inefable (inefable) ciego Jorge Luis.
Quien veía sin ojos.
Y veía!
Raro que ésta nación de pelotudos (y SOY uno de ellos, Uno de nosotros. Un PELOTUDO más, sin duda ninguna) no lo enarbole con el orgullo que merece.
Como tampoco a Alfonsina exquisita.
Como tampoco a Lola Mora exquisita.
Como tampoco a Rosario Vera Peñaloza, maestra (Maestra).
O a César Milstein.
O a la Lustig.
O a Alberto Kornblihtt.
Tenemos tantos referentes (Maradona NO, POR FAVOR!!! Qué MERDA es esa estúpida "mano de dios"?).
Y somos tan pobres.
Tan pobres de percepción, quiero decir.
Pena pena pena.
Gran nación?
No! O si! O siempre casi!
Gran capacidad de crear compartimentos estancos.
Estancos.
Estancados.
Como agua estancada (vieron qué asco?).
Somos eso.
De no darnos bola.
De no interesársenos un cuerno de lo hace el otro.
Del que está intelectualmente arriba.
O al lado.
O abajo.
No tenemos registro de aquellos por quienes deberíamos sentirnos orgullosos.
Y, sobre todo (más que todo) no sabemos nutrirnos en ellos.
Triste eso, gente. Triste...
Un cariño.
T.H.
Me has hecho recordar el primer libro que yo leí de Borges, fue "El libro de arena" a pesar de que mi padre no hacía más que decirme que leyera "El Aleph" que era un libro fantástico. Pero así somos las jovencitas, me compré "El libro de Arena" pero tan enganchada quedé de tan maravilloso escritor que luego, rápidamente leí "El Aleph" y luego, conforme iba encontrando en casa o teniendo dinerito para comprar, seguí leyéndo: "Ficciones", "El informe Brodie" y sus poesías...
Sí magnífico escritor.
Abrazos morenaza.
Sì, pero despuès saliò, y le dijo al otro que no habìa visto nada.
Al principio pensè que lo habìa hecho para molestar al otro tipo (que era bastante inaguantable), pero despuès me di cuenta.....Borges era ciego!!! jajajajajajaja!!! que pelotudo! era una metàfora!
Bueno, ya lo dije.
Nunca leí a Borges, con tiempo voy a leer lo que transcribiste.
Todavía me estoy riendo con eso que pusiste "Blog libre de gatos", así me gusta, el humor ante todo.
Ahhhhh qué decir del viejo... tengo especial predilección por él.
Me encantó volver a leer algo aquí.
Sr. DNA, con su comentario me hizo acordar al Sr. Perdón!!!
Saludosssssssss!!!!
Mire qué curiosa coincidencia: estoy leyendo otra vez ese libro ahora mismo.
Uno lee cualquier página de Borges e inmediatamente se siente diminuto para escribir. Así no se puede.
Un beso grande, Vivi. Y saludos para el resto.
T.H., si es triste, pero está en nosotros nutrirnos de ellos y compartirlo con el resto. Y no te tortures más!
Siberia, si bien no a todo el mundo le gusta, para mí particularmente es un escritor que aún sigo "descubriendo". Besos Niña!!!
Gaucho, jajaja! me encanta tu humor, siempre le ponés la notita de color. Beso!
Sil, estaría bueno que empieces de a poco, tiene cuentos cómo este que te atrapan. Bueno pero es cuestión de gustos. Y si el humor ante todo!!!
eMe, que ocurrencia nena!!! :) Lea todo lo que guste doña eMe de Malicia. :P
Martín, Me imagino, pero no se intimide hombre! cada uno tiene su estilo y el suyo es muy elogiado, no se me ponga en humilde.
Particularmente me pasa que cuándo releo los libros los disfruto por partida doble porque algunos se reinterpretan según el momento.
Un beso!
Cómo no torturarme? Desde hace días estoy envuelto en celofan, muerto de calor. Y ya empecé a desvariar. T.H.
ufff, pavada de piropo te tiro
me encantan los cuentos de borges, y creo qeu es uno de los pocos que fue profeta en su tierra, dentro de lo que podemos esperar en esta argentina nuestra
T.H., pero pídale a la destinataria que lo desenvuelva de una vez!
r.-el corre ambulancias, viste? cuando lo entendí me derretí! un winner!
Lamentablemente, es como decís, es poco lo que podemos esperar...
guau vivi..a vos si q te tiran piropos finos e intelectuales..
A mi una vez (yo tenia 18 y el señor era mas grande) me dijo..
"Vos sos mi Maria"..yo no entendia de q Maria me hablaba..y era la Maria Schneider la del "Ultimo Tango en Paris",,,
menos mal q no llegamos a la escena de la manteca..
Vivi, que hermoso recuerdo al relacionar este cuento de Borges con quien te inició en su lectura.
Siempre pensé que las lecturas están relacionadas con los momentos que vivimos y nos acompañan silenciosamente.
Un beso. Adal.
PD. Estoy castigado por llegar tarde!!!:-)
Irenucha, qué peliculón nena!!! piropos finos e intelectuales??? jajaja! me han dicho guarradas también! :P
Adal, cada libro o cada cd y muchas cosas más tienen su porque, su orígen, su historia, a veces no las tenemos presentes hasta que por algún motivo, ese objeto vuelve a caer en nuestras manos y lo recordamos. Y de ninguna manera castigado! Un besote.
Muy bien elegido el fragmento...
que tal como él lo dice refleja la totalidad de su obra...
Ese tema me remite a los fractales que tambíén son fascinantes
Gracias Vivius
Vivi, entro por segunda vez, pero ésta es para disculparme. No lo creeras pero hasta hace un instante no me di cuenta de tu comentario en "Gracias amigo" ni el de Anita ni el de Gaucho. Así que no os contesté a ninguno. No sé si es mi blog otra vez, o soy yo que últimamente he ido un poco deprimidilla. No lo sé, pero no tiene disculpa. Y sin embargo yo te pido que por favor me disculpes.
Un beso muy grande para ti caramelo - por lo dulce claro -
Vivi, que la primavera ciña tu frente con las flores más hermosas y que tengas un lindo fin de semana.
Un beso. Adal.
Hola Vivius!
Qué lindo lo que compartís de Borges, gracias!
Con semejante piropo yo también me hubiera derretido. Todo un seductor, eh!
Que tengan todos un lindo Día de la Primavera!
Y ojo con emborracharse y revolear la chabomba!
BACI, STEKI.
Pildus, debido a mi ignorancia tuve que buscar que son los fractales, y mirá vos! son infinitos... Hay unas fotos preciosas de fractales reflejados en la naturaleza. Gracias por tu aporte! Un gran beso.
Siberia, niña bonita!, por favor, que no sé como hacés para administrar tres blogs! Ni era necesaria esa disculpa.
Un besote!
Adal, Gracias! qué la primavera haga florecer nuestros mejores deseos!
Un beso.
Isa, no es necesario que sea primavera para ponerse en pedo o revolear la chabomba!!!! cualquier momento es el indicado si así se lo desea! Feliz primavera y un beso!
El anecdotario borgeano -el más rico y variado de cuantas
personalidades uno recuerde- está también hecho de observaciones,
ocurrencias y comentarios de singular agudeza. En ese
temperamento, el escritor no rehuía incluso el tener que vérselas con
temas algidos: en plena Guerra de las Malvinas, opinó que "la
Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine" y
que "las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar".
gracias por homenagear al Maestro, chau-cha !
HORACIO
Que hermoso que te digan algo así. Muy linda la relación con el libro. Tomando el comentario de T.H., justamente en estos días se plantó el debate en los medios por el tema de la Feria del Libro de Franckfurt, y la elección del gobierno de ser representados por Maradona, Evita, Gardel y el Che. Besos Vivius.
Horacio, Borges más allá de escritor, fué como bien decís un gran observador de los hechos y hay comentarios suyos que son inolvidables. Tendría que buscar para ver o releer algunas de las tantas entrevistas en las cuáles se destacan esos atributos. Gracias por pasar y un beso.
Caia, tenés razón, pensaba en eso ayer, teniendo tantos escritores representativos porqué tomar figuras? si bien cada una puede tener su relevancia, terminamos cayendo en lo popular y no necesariamente lo popular es lo que nos identifica.
Gracias por hacerte un hueco y pasar por acá, te mando un beso!
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